Día 12 – Singapur (II)
Singapur era pobre en los años cincuenta. Pobre comparada con el resto de Malasia, de la que fue parte, ya que no tiene ni petróleo, ni gas, ni prácticamente tierra sobre la que desarrollarse. Es por eso que, en 1965, y tras muchas tensiones raciales a causa de la discriminación positiva de la que se beneficiaba la etnia malaya, el presidente Abdul Rahman expulsó a Singapur de la unión, cosa que el gobierno singapurense de Kuan Yew aceptó de buen grado ya que la provincia estaba siendo dejada de lado, lo que acabaría por ahondar la pobreza y agrandar el derramamiento de sangre.
Entonces Kuan Yew tuvo una visión de desarrollo para el país, y la hizo realidad hasta sobrepasrla con creces, ya que ahora Singapur es uno de los países más ricos y prósperos que hay. Una de las primeras medidas que el gobierno del nuevo país tomó para atajar la pobreza estructural del país fue invertir masivamente en educación. Los singapurenses tenían que basar su futuro económico en actividades y manufacturas de calidad que les permitieran abrirse al mundo por su puerto a través del comercio y para ello necesitaban trabajadores cualificados. Hoy en día, Singapur sigue obsesionado con ser un país puntero en educación y es una de las naciones que acostumbra a liderar el famosos Informe Pisa. Por cierto, por aquí la educación primaria es gratuita, pero no la secundaria o la superior.
El día de hoy ha empezado un poco más tarde que ayer. Como imagináis, tras el apoteósico día de ayer, hemos dormido un poco más, y hasta las 10.30 no hemos salido de nuestro hotel cubito, donde por otro lado, hoy nos hemos desenvuelto algo mejor que ayer.
Tras hacer una rápida visita a la estación de autobuses del Golden Mile Complex para sacar los billetes de mañana a Melaka (los hemos comprado en SRI MAJU por 10€ por persona, el sitio más barato que hemos encontrado), hemos ido en metro hasta la punta sur de la isla, el Harbour Front Centre, otro macro centro comercial de enormes vestíbulos y pasillos desde donde sale el puente que te lleva a Sentosa, una pequeña isla dedicada al ocio familiar adonde hemos encaminado nuestro pasos.



Obviamente Singapur es un mini país, pero según lo conocemos nos reafirmamos en esta idea. Y con ello queremos decir que en este diminuto territorio se han apañado para tener de todo, de estar completos. Porque Sentosa alberga todo lo que se necesita para el entretenimiento para todos los públicos: varios resorts de lujo, centros comerciales con cines, el parque temático de los Estudios Universal, varios museos también temáticos y una zona de playas artificiales. Todo ello dotado de teleférico, monorail y autobuses que te dejan en los distintos puntos de la islita. Para colmo también se encuentra la estatua del Merlion, una especie de león-sardina que es uno de los (varios) símbolos de Singapur, sección mitológica en este caso.



Nos hemos dado un paso por la zona de playas, que se encuentra en la cara sur de Sentosa y pese a estar todo muy limpio y ordenado, con su senderito perfectamente indicados, no nos han parecido gran cosa después de haber estado en las islas Perhentian, máxime porque éstas son artificiales y también porque al fondo había un mareante trasiego de buques y barcos mercantes que deslucían mucho el paisaje.

Si bien Sentosa puede ser pelín hortera y artificial, es muy interesante ver cómo los singapurenses han planificado el territorio para tenerlo muy ordenado, cada cosa en su sitio y en su ambiente, y tener de todo. De hecho, si hacemos recuento, Singapur tienen un gran centro financiero, un enorme puerto que les enchufa a la economía mundial con potencia, una de las mayores refinerías de Asia, zonas coloniales, barrios chinos, árabes e indios, varias etnias, culturas y religiones propias, diferentes idiomas oficiales, grandes poblaciones nacionales y extranjeras y prosperidad. Nos da la sensación de solo les falta tener una montaña con nieve para poder ir a esquiar sin necesidad de salir de los menos de 700 Km2 que conforman este país.
Como el calor apretaba y no había mucho más que hacer en Sentosa sin gastar mucho dinero, hemos cogido el mono-raíl (gratis) para volver al centro comercial de Harbour Front Centre. Allí hemos aprovechado para comer un Pad Thai tailandés y una sopa Laksa local (bien ricos y baratos los dos) en un complejo de hawkers (puestos callejeros de comida) dentro del centro comercial. Hemos terminado con unos dulces locales, uno de masa frita y otro con mantequilla de cacahuete y sésamo que estaban riquísimos.

Para seguir el día hemos caminado hasta la Marina, lo que nos ha llevado unas dos horas. A pesar del calor y el cansancio, hemos disfrutado el camino, que nos ha llevado a ver desde iglesias cristinanas hasta barrios más humildes, pasando por el distrito colonial con casas chinas antiguas pero reformadas manteniendo la estructura original.


Hemos bordeado el barrio chino hasta ver cómo los rascacielos “downtown” iban agrandándose conforme nos acercábamos a ellos, de donde a su vez huían los trabajadores, que a las seis pasadas iban saliendo del trabajo y aprovechando la “happy hour” del sinfín de modernos locales que se albergan en este distrito. En esta segunda mitad del paseo, nos ha maravillado la cantidad de rascacielos que hemos ido descubriendo a cada paso y que parecían escondido por inverosímil que parezca. Cada torre esconde detrás otras mayores que se aparecían imponentes ante nuestros ojos, que no acababan de comprender cómo era posible que no hubiéramos visto semejantes colosos desde varios kilómetros de distancia en vez de solamente a unas pocas decenas de metros. Magia.



Al llegar a la Marina hemos visto casi todos los edificios emblemáticos de Singapur, algunos de los cuales sí habíamos visto ayer: la Esplanade con los dos edificios que albergan salas de conciertos, la especie de flor de acero y el hotel-casino de Maria Bay Sand con sus tres torres con boina. Hemos pasado un buen rato haciendo fotos. Luego nos hemos tomado una cerveza en un bar al lado del agua y de los rascacielos, disfrutando de esta ciudad que tanto nos ha gustado.


Para hacer tiempo hasta el espectáculo de luces que se da en la bahía hemos cenado en un sitio que era más un toma-cervezas que otra cosa, por lo que la comida no estaba muy buena, pero a las 21:00 como un reloj estábamos en la barandilla de la Marina esperando el espectáculo de luz y agua. Nos ha sorprendido que no había prácticamente nadie alrededor de nosotros para ver el espectáculo, pero hemos pensado que los locales lo habrían visto cientos de veces (y que debíamos de ser los únicos turistas interesados). El espectáculo ha durado quince minutos, y combinaba cambios de luces en los edificios de la bahía con chorros de una fuente que subían y bajaban. Curiosillo, sin más (aunque queda muy espectacular en foto):



Esa ha sido la última actividad del día. Hemos vuelto al hotel, fundidos de todo lo que hemos andado hoy y con pena porque ya mañana dejamos Singapur. Dejamos aquí las últimas luces de ciudad:

