Día 13 – Da Nang business
Este viaje está siendo de lo más completo. Diríamos que estamos probando todo lo probable dentro de lo razonable, ya sean comidas, paisajes, ambientes, geografías, religiones, masajes, medios de transporte o épocas. Y hoy no ha sido una excepción.
Empezamos el día madrugando para cubrir la breve distancia que separa Hué de Da Nang, nuestro destino de hoy. Atendiendo al mapa y a nuestro itinerario, llevamos desde el Día 7 en Vietnam central, concretamente visitando tres ciudades próximas a la costa, vecinas entre sí y que cubren una distancia máxima de sólo 130 Km. Da Nang en este caso está entre medias de Hué y Hoi An. Y para hacer nuestro viaje hemos probado la primera novedad del día, el sleeping bus, un autocar que tiene tres filas dobles de literas con un total de unas 36 plazas de asientos cama. Como una especie de coche-cama en autocar. De hecho, es la única modalidad de viajar en ellos es acostado, ya que no hay forma de sentarse derecho sin darse con el techo o la litera de arriba. Aparentemente, es una opción bastante extendida de viajar por carretera para los turistas ahorrando dinero. Eso sí, hemos tardado poco más de dos horas en recorrer los 90 kms que nos separaban de nuestro destino -y eso que solo hemos parado unos 30 minutos una vez:
La verdad es que moverse por Vietnam es la mar de fácil. Abundan las agencias que te ofrecen todo tipo de posibilidades y precios (siempre bajos) para cubrir casi cualquier trayecto u organizar cualquier excursión. Y te olvidas. A tal hora en tu hotel o en la agencia, te recogen y no tienes más que hacer. Ya ellos te llevan en furgoneta a donde sea (hoy hasta el autocar, o al barco como en el Día 10). A veces sufren overbooking, pero se aprieta uno un poco y problema resuelto: hasta 18 personas, contando al conductor, nos hemos metido en la furgoneta de 12 que nos recogió. Íbamos todos muertos de la risa.
Da Nang es la tercera ciudad más poblada de Vietnam, con una población que sobrepasa el millón escasamente. Parece ser que hace 20 años era una ciudad menor, pero con el desarrollo de su puerto, el de más tráfico del país, las playas que tiene y que la hacen ser un destino turístico y sobre todo, al establecerse como la gran ciudad tecnológica y de emprendimiento del país, ha crecido mucho y es casi una ciudad nueva por completo. Tanto que podría decirse que fue la segunda novedad de nuestro día.
A nuestra llegada y tras dejar las cosas en el hotel, decidimos comer temprano y hacerlo en un restaurante del que llevábamos tiempo oyendo hablar. Se trata de una cadena vietnamita de comida italiana, “Pizza 4Ps”. Efectivamente, vietnamitas haciendo pizzas y pasta. La tercera novedad del día. A veces la globalización está bien. Oímos decir que todo estaba buenísimo. Así que para allá que nos fuimos, ya que la teníamos al lado del hotel. El restaurante la verdad es que era muy moderno y estiloso, excelentemente bien puesto, con música de jazz de fondo y una legión de eficientes camareros uniformados. La cocina estaba presidida por dos grandes hornos de leña a la vista de los comensales pues las pizzas se hacían detrás de la barra, que tenía un gran espacio de trabajo para la pizzaiola del local, a quien ver trabajar constituyó un espectáculo de por sí. Pedimos a través de una tableta, que nos permitió cotillear su página web, muy completa y con todo tipo de información sobre la misión, visión, concepto y su cadena de proveedores a lo largo del país. Es decir, una señora empresa de comida. Por cierto, sus platos estrellas son pizzas coronadas con una gran mozzarella burrata que hacen ellos mismos a través de sus propios proveedores vietnamitas. Todo un emporio bien diferenciado y que apuesta por la calidad. Porque las pizzas estaban riquísimas, con una masa tierna y unos ingredientes de primera. Como no las habíamos comido en años. Cierto es que por un par de ellas, una entrada y las bebidas pagamos casi 30€, pero estaban espectaculares. Obviamente para Vietnam es casi un precio de lujo, y de hecho, siendo la grandísima parte de los comensales locales, se notaba que manejaban dinero y que poco tenían que ver con los vietnamitas comunes. Y es que enseguida nos dimos cuenta de que el nivel económico de Da Nang es el más alto que hemos visto hasta ahora. Aquí una foto del restaurante:
Da Nang está llena de amplias avenidas y rascacielos modernos, por lo que su trazado poco tiene que ver con el encantador caos urbanístico del resto del país (ver Día 1). También hay menos motos que en otras partes (habiendo aún así millones) y muchos más coches, todos de gama alta. Por su lado, el inmenso Río Han divide el centro de la ciudad, deparando una silueta espectacular: rascacielos, bares y restaurantes a la moda a cada orilla y una sucesión de puentes modernos y pintones para cruzarlo. Entre ellos destaca el Puente del Dragón, de color amarillo y diseñado para imitar a este ser mitológico asiático:
Por cierto, en la última foto podéis ver qué lo que sobresale del agua en primer término es la cabeza de un señor, que por algún motivo que desconocemos había decidido meterse en la orilla y permanecer inmóvil de cuclillas.
Para honrar nuestra tradición de los viajes y en vista del calor que hacía en Da Nang, donde por una vez el cielo no estaba cubierto, y añadido a que no había nada especial que ver salvo rascacielos y locales chulos, nos fuimos a un centro comercial grande y moderno, con pista de patinaje sobre hielo incluida, a disfrutar del aire acondicionado y de una película americana en el cine: la cuarta novedad del día. La única que nos medio convenció por idioma y horario era Megalodón, la versión moderna de Tiburón, que vimos con unos cuantos adolescentes vietnamitas. La sala era la tipica multisala de centro comercial y disfrutamos hasta de los anuncios, versiones asiáticas inspiradas en la publicidad occidental de refrescos, bebidas energéticas, compresas, leche, etc. Nada que decir de la película, pero la experiencia fue divertida. Además, las entradas fueron unos 3 euros cada una:
Al salir del cine paseamos de vuelta al centro por otro de los puentes, asombrándonos a cada paso de la extensión y la anchura del río.
La guía recomendaba una cafetería llamada Cong Caphe, una cadena de temática militar que rinde homenaje al Viet Cong, el ejército de guerrillas que luchó contra los estadounidenses en la guerra. Un lugar muy moderno y lleno, de nuevo, de gente joven lugareña.
Y ya para rematar el día, una vez anochecido, fuimos a darnos el pertinente masaje de los momentos en que no tenemos un mejor plan. Se nota que Da Nang no es un sitio muy turístico porque las masajistas no salían a ofrecerte masajes y descuentos. Indecisos como somos para estas cosas, nos costó decidirnos porque, a pesar de la gran cantidad de spas que había, eran bastante caros en comparación con lo que habíamos visto hasta ahora, y no había ninguno que nos llamara mucho la atención. Finalmente elegimos uno cerca del hotel, de 15 dólares por persona. Una hora, masaje con aceite corporal. El masaje bien, lo que no fue tan bien fue que la masajista al final nos pidió una propina, y lo que le dijimos no le debió parecer suficiente. Otro ejemplo de que algunas personas se creen que a los turistas les sobra el dinero.
Ya a las 21:30 es una hora tardía para encontrar un buen sitio para cenar y nos tuvimos que contentar con un sitio local de noodles típicas de Da Nang llamadas Mi Quay o algo así. Las noodles no estaban muy ricas pero las camareras eran encantadoras y se deshacían en atenciones. Hasta nos enseñaron a cómo comerlas.
De nuevo, la cena, con las dos cervezas, 6 euros. Carísimo.