Día 17 – Santa Clara
Como todo lo bueno se acaba, al cuarto día nos despedimos del paraíso y a mediodía tomamos el Viazul para volver a Santa Clara y desde allí reanudar el viaje por el país. Esta vez habíamos comprado billetes en autobús, más barato que el taxi pero mucho más lento. El autobús entró en todos y cada uno de los hoteles del Cayo para recoger (o no) viajeros. En un viaje de 110 km hasta llegar a Santa Clara se demoró, como dicen aquí, más de tres horas. Nuestro consejo es, que aunque sea un poco más caro, se coja taxi para ir a los Cayos, o un autobús que vaya directamente al hotel donde os alojéis.
Al llegar, con un poco de déjà-vu, cogimos un taxi por 4 cuc a nuestro hostal Familia Sarmiento, donde nos alojamos en la misma habitación que en nuestra primera estancia allí. Como no teníamos mucho tiempo hasta que anocheciera, inmediatamente nos pusimos de camino hacia el monumento-mausoleo del Che Guevara, lo único que nos dejamos por ver la primera vez. El monumento se yergue en la Plaza de la Revolución, un monolito donde descansa una escultura del Che de cuerpo entero que parece un poco abandonado. Más frases, proclamas e incluso una carta que supuestamente el Che escribió a Fidel cuando dejó su puesto de ministro en el gobierno cubano saludan al visitante, y otra vez parece un monumento de otra época que, como los coches de época, perdura para señalar en qué época Cuba se paró en el tiempo. El mausoleo estaba cerrado y no pudimos visitarlo, y los militares que lo custodiaban prácticamente nos echaron de allí al vernos.
Cenamos en el dinos pizza, una cadena de pizza cubana bastante barata que habíamos visto en todas las ciudades que habíamos visitado. La pizza estaba bastante mala y nos dejó sin ganas de repetir.
Al volver al centro y viéndonos sin rumbo fijo, nos asaltó amigablemente un buen hombre que habló durante una media hora sobre todo lo que sabía de España y de lo mucho que la llevaba en su corazón. Entre medias nos decía que era pobre y que tenía un niño asmático y una madre enferma. Sólo por cómo es lo curró el pobre le ayudamos un poco.
Para terminar el día fuimos de nuevo al Club Mejunje, pero esta vez entramos por la casa deshabitada que se encuentra al lado del bar. Allí conocimos a Crespo, el primer okupa indocumentado de Cuba, según él mismo nos dijo. Estuvimos hablando un buen rato con él, que nos contó que vivía allí desde había 15 años, que había estado en la cárcel unas cuantas veces pero que eso ya se había acabado. Sólo salía de Santa Clara para hacer visitas fugaces a su familia, que vive en un pueblo cercano. Nos enseñó su mural, una pared de la casa okupa donde sus visitantes escriben algo. Una de sus frases favoritas la habían escrito unos vascos: “sobran políticos y faltan Crespos”. Nos contó también que allí tocan muchos músicos famosos, entre ellos Manu Chao. Un sitio a la altura del Patio Maravillas madrileño.
Francisco González
18/07/2016 @ 12:13
Ponga un Crespo en su vida.