Día 7 – Montezuma: Playa Grande
Costa Rica es un país pionero en la protección medioambiental, ecoturismo y ecología. No en vano comenzaron a proteger su rica tierra a comienzos de los años 70 y hoy en día un 27% del suelo está protegido por la ley y el Estado. Su fauna y su flora son tan importantes para su economía que incluso así lo reflejan sus coloridos billetes:
A las 7:30 pasadas estábamos ya desayunando en el hotel: fruta, tostadas y unos huevos rancheros con gallopinto muy ricos, que nos dieron fuerza para ir a nuestro primer destino del día, Playa Grande. Tras aparcar el coche en Montezuma, empezamos a combinar por un sendero que corría paralelo y junto a la playa del pueblo. El sendero cruza dos pequeños parques protegidos, uno de los cuales esta bautizado con el apellido de un ecologista sueco que vivió en Costa Rica con su minero hasta que le asesinaron por proteger los parajes naturales de la zona. Así, tras 45 minutos andando por dicho sendero que alternaba tramos por la flora y otros por la playa, llegamos a una playa virgen enorme, de un kilómetro de longitud, una vegetación de película y olas que harían las delicias de cualquier surfista. Playa Grande es su nombre. La pillamos justo en la bajamar por lo que quedaba muy ancha además de larga. Como era temprano aún solo había otras tres personas en la playa, por lo que teníamos la playa para nosotros.
Tras bañarnos en la orilla (el oleaje de estas playas no permite nadar) tomar el sol, hacer fotos y pasear, nos volvimos hacia el pueblo a eso de las 12, cuando la marea comenzaba a subir a una velocidad de récord (en dos horas casi nos quedamos sin playa). El camino de vuelta, donde nos encontramos algún turista que hacia el tour montado a caballo, se nos hizo ya un poco largo: el sol pega muy fuerte y la caminata es larga. Una vez ya en el coche fuimos a comer a “Las Palmeras”, una soda cercana que nos habían recomendado (“soda” es el nombre tico para los bares restaurantes con comida típica). Los precios eran buenos y la comida aún mejor. Mención especial al postre de pan de banano con helado.
La tarde sin embargo ha sido un tanto infructuosa. Pasamos por dos playas yendo hacia el Sur: Playa de los Artistas y Playa de las Manchas, ambas muy bonitas pero realmente pequeñas, con poca sombra y con cierto oleaje. Así qué seguimos nuestro camino al Suroeste hacia Santa Teresa, un pueblo cercano algo más explotado turísticamente que Montezuma, especialmente por surferos y donde abundan los retiros para hacer yoga. La carretera fue un dolor de muelas: muchas pendientes y baches que hacen el trayecto muy pesado. Nuestro destino allí era Playa Hermosa, sobré la cual preguntamos a varias personas que nos decían cada uno algo diferente: unos que quedaba media hora y otros que cinco minutos. Ante lo incómodo del camino, el calor y que no sabíamos buen dónde estaba, nos dimos la vuelta para disfrutar del plan B: disfrutar la piscina del hotel y relajarnos.
Para cenar fuimos al pueblo de nuevo, a otra soda donde hemos comido ceviche, fajitas, batido de banano y una cerveza por algo menos de 20€ (Costa Rica no es barato pero sí asequible).