Día 12 – Parque Nacional de Corcovado y Dominical
Anoche fuimos a última hora a enterarnos de la posibilidad de visitar Corcovado, uno de los parques nacionales más importantes del país que se encuentra en el extremo sureste del país y cuyo acceso por carretera es complicado. Unos paisanos de Salamanca que se alojan también en el hostel Cascada Verde nos dijeron que harían una excursión por barco con una empresa llamada Bahía Adventures así que allá fuimos, con tanta suerte que todavía quedaba una persona en la oficina a la que pudimos preguntar. Como las condiciones nos convencieron, reservamos para el día siguiente.
A las 7:30 de la mañana estábamos ya subiendo al bote en el Parque Nacional Marino Ballena, concretamente en la playa de Uvita. Tras una hora y media de viaje cansado en el que pudimos avistar una ballena jorobada y su cría y delfines manchados, llegamos a la estación de observación de San Pedrillo en Corcovado. Ya desde nuestra llegada pudimos observar que estábamos en un lugar recóndito y aislado donde la jungla llega a la propia playa, que es totalmente salvaje.
Desde allí comenzamos nuestra primera excursión, 2 horas de camino por un sendero marcado dentro del parque por el que el guía nos explicaba la fauna y flora autóctonas. Durante el trayecto vimos un agutí (rata grande salvaje), cientos de cangrejos ermitaños con sus conchas a cuestas, cangrejos halloween, ranas, saltamontes, monos araña, monos aulladores (que nos hicieron pis encima), murciélagos, hormigas tigre, termitas (las cuales probamos, ya que son comestibles), pisotes (familia de los mapaches, que ya nos habíamos encontrado el día 6). Pudimos ver decenas de clases de árboles, especialmente palmeras y ficus, y flores (flor de la pasión). También probamos frutas como las uvas de montaña, muy dulces y sabrosas.
De vuelta a la estación comimos, nos pusimos el bañador, y caminamos corriente arriba un pequeño riachuelo en el que vimos un cocodrilo de aproximadamente 1,5 metros, plácidamente acomodado en el agua. Un poco más adelante visitamos una cascada en la cual como no podía ser de otra manera, nos bañamos.
De vuelta a la estación cogimos el barco para regresar a Uvita. Esta vez el viaje no fue muy agradable ya que vimos una cría de ballena muerta. Aparentemente la había atacado unas orcas días antes. Había tormenta, así que nos caía una gran cantidad de agua de lluvia y del mar por las olas, pero llegamos sanos y salvos.
Al llegar, todavía lloviendo, fuimos hasta Punta Ballena, una lengua de tierra de unos 50 metros de largo y 5 de ancho que tiene forma de cola de ballena y que es la confluencia de dos playas contrapuestas que hacen ángulo. Como la marea estaba subiendo, vimos el momento en el que las aguas de ambas playas chocaban por encima de la arena, creando un paisaje espectacular con el marco de la playa de palmeras, las nubes y la lluvia.
Tras descansar un poco en el hotel fuimos a Dominical a cenar con dos chicos de Salamanca que conocimos en el hotel, que conocían allí un buen restaurante de sushi. Aunque parezca mentira, estos pueblos que parecen perdidos en mitad de la jungla, tienen por lo menos un par de restaurantes bien puestos, hoteles y comercios. En Dominical pasaba un poco lo mismo: en la calle principal de podían contar casi más establecimientos que casas particulares, y la decoración del restaurante de sushi nos sorprendió positivamente. La comida estuvo bien por el precio que pagamos, unos 25 dólares por persona. Nos quedamos tomando un guaru con ginger ale, bebida típica costarricense , y volvimos al hotel a eso de las 11 de la noche.