Día 12 – Reikiavik con calma
Hoy nos lo hemos tomado con calma. Hemos dormido hasta tarde, nos hemos preparado un brunch que hemos disfrutado en la terraza del apartamento aprovechando el buen tiempo que hacia y hemos colocado nuestra ropa en los armarios.
Hoy ha sido nuestro primer día sin coche y lo hemos echado en falta. El apartamento esta a unos 35 minutos del centro y el camino no es el más bonito: tenemos que ir por la acera de una amplia avenida que tiene campo a los lados y alguna casa de vez en cuando. Es cierto que hay hasta tres autobuses que nos llevan al centro desde casa, pero como hacer turismo y conocer una ciudad consiste en patear mucho, decidimos pasear. De todas maneras no hay mucha frecuencia de servicio de autobuses.
Al llegar al centro hemos visitado la zona del puerto y hemos entrado en el Harpa, que es el famoso centro de conciertos y conferencias que inauguraron en 2011. Harpa consta de dos cubos irregulares unidos uno a continuación del otro y guarda un gran parecido al Kursaal de San Sebastián. La fachada del edificio está compuesta de hexágonos de cristales oscuros unos y transparentes otros, por lo que el color y los reflejos cambian según te mueves y en función de la luz del día. Esos mismos cristales le da un aspecto llamativo desde el interior, ya que se refleja la luz que pasa a través y se crea así una gran luminosidad. Tiene varias salas donde celebrar eventos y conciertos además de un par de tiendas de souvenirs, un restaurante y una cafetería. Parece que la gente local lo utiliza bastante para pasar el rato, leer o tomar un café, convirtiéndose así en un centro multiusos donde siempre hay gente. Curiosamente hemos coincidido estos días con un congreso de esperanto que se celebra en varias de sus salas.
Al salir del Harpa hemos ido a “cenar” (a las seis de la tarde) a un sitio que una islandesa nos había recomendado y tenía buenas críticas en la guía. Se llama Sægreifinn y está muy cerca del Harpa, junto al puerto. Es un sitio muy particular, conserva su encanto de taberna de pescadores con mesas corridas y asientos que son las boyas que los barcos usan en los muelles cuando atracan para no chocar entre sí. Una vez dentro ha resultado ser un hit entre los turistas, pues no dejaban de entrar. Es un sitio para comer pescado típico islandés a precios asequibles, así que nos hemos lanzado y hemos probado la sopa de la langosta, el pez gato y la ballena, estos dos últimos en brocheta. La ballena sabía a atún aunque un poco más duro y fibroso, y en verdad no tan sabroso. El pez gato es blando y se desmenuza fácilmente.
Al terminar de comer hemos entrado en el Café Haití, una cafetería situada junto a la taberna y regentada por una haitiana, que se trae los granos de café de su país y tiene fama de ser el mejor de Islandia.
También hemos querido probar los perritos calientes del puesto donde se supone que la gente acaba las noche de fiesta. Parece es una parada obligada antes de volver a casa y es un sitio mítico, presente en todas las clasificaciones de los mejores puestos de perritos calientes internacionales; no en vano tienen hasta fotos de Bill Clinton comiendo allí. En nuestra opinión los perritos no tienen nada de especial pero a lo mejor después de haber bebido bastante y con el hambre típico de las altas horas saben mucho mejor.
Otro paseo por el puerto nos ha llevado a la famosa y moderna estatua del barco vikingo situada en medio de la bahía de Reikiavik. Había varias personas alrededor de la estatua sobre las rocas pescando en el mar.
Volviendo al centro volvimos a ver las tiendas de moda, de ropa vintage y moderna, vinilos de música…aunque mañana dedicaremos más tiempo a ellas. Para terminar el día nos hemos tomado una cerveza en un bar de culto aquí en Reikiavik, el Kaffibarinn. Se trata del garito donde se desarrolla gran parte de la película “101 Reykjavik”, dirigida por cierto por un medio español (Baltasar Kormákur). Estaba muy animado y tenía mucho ambiente, con gente muy arreglada y con ganas de pasárselo bien. Nos hemos dado cuenta de que los islandeses salen bastante tarde de fiesta, aunque esto puede ser debido a que es verano y aprovechan las horas de luz al máximo.
Por cierto tenemos cierto descontrol horario. Entre que las comidas no se hacen a las mismas horas que en España, que casi no hay noche en las 24 horas que tiene el día y que el cambio de tiempo (de repente sol y calor, de repente bruma, luego nubes y finalmente niebla) es constante, a veces no sabemos si es por la mañana, la tarde, la hora de cenar… No obstante, como decíamos antes, no es un gran problemas porque parece que mientras hay luz todo es posible aquí.